Rutas por mes

Domingo, 16 de septiembre de 2012

DATOS DE LA RUTA:

 

Vértice geodésico y buzón del Kapildui

ACCESO: Desvío a Izartza,  el cual se haya situado en la carretera A-4133, unos dos kilómetros antes de llegar a Okina desde Otazu.

DESNIVEL POSITIVO: 583 m.

DISTANCIA: 12´14 km.

TIEMPO APROXIMADO: 4 h (ida y vuelta).

DIFICULTAD: Fácil. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que los caminos no están marcados, por lo que sería conveniente ir provistos de GPS si no se conoce la zona.

Los Montes de Vitoria constituyen un modesto macizo montañoso salpicado de suaves lomas cuya altitud media apenas sobrepasa los mil metros. No obstante, su serena belleza y, sobre todo, su proximidad con la capital alavesa han convertido a estos montes en visita obligada para muchos aficionados a la montaña.

Dentro de esta alineación montañosa que cierra Vitoria por el sur destaca el Kapildui (1.117 m), en cuya cima se erige un radar meteorológico que afea notablemente el entorno pero que no impide disfrutar de los hermosos hayedos y rincones que jalonan el camino que conduce a su cumbre. Varios son los puntos de acceso a este conocido monte alavés, siendo Okina, Arluzea e Izartza algunos de los más habituales. Y nosotros, en esta ocasión, hemos optado por la tercera opción: la ascensión desde las proximidades de Izartza, un minúsculo núcleo rural perteneciente al ayuntamiento de Bernedo.

Y, de vuelta a Izartza, pasaremos por el buzón del Butxisolo (1.135 m), apenas perceptible en medio de la gran zona llana y herbosa que constituye su cima.

DESCRIPCIÓN DE LA RUTA REALIZADA:

Para acometer la subida al Kapildui desde Izartza no hay que dirigirse con los coches hasta Izartza sino que es conveniente dejarlos aparcados en una explanada de tierra situada unos metros después del cartel que señala el desvío a este pueblo. Una de las razones para actuar así podría ser que el acceso a esta localidad alavesa está sin asfaltar, pero la razón más poderosa es que, al parecer, este pequeño núcleo rural es de propiedad privada y se necesita el permiso de los dueños para poder aparcar los coches en él.

Por lo tanto, comenzamos la ruta de hoy junto a la carretera que conduce a Okina, poco después del cartel que señala el desvío a Izartza, lugar en que el asfalto desaparece para dar paso a una amplia pista de tierra y piedra. Allí comenzamos una suave caminata de 2´6 km por terreno abierto que nos conduce directamente y sin contratiempos a la minúscula localidad de Izartza, cuyos escasísimos habitantes dedican su tiempo, fundamentalmente, al cuidado del ganado, a juzgar por la gran cantidad de vacas que vemos en las inmediaciones del pueblo.

Pista que conduce a Izartza

Izartza

Desvío a la entrada de Izartza

Nada más llegar a Izartza nos recibe un amable lugareño que, tras preguntarnos adónde nos dirigimos, se pone inmediatamente en contacto telefónico con un grupo de cazadores que, al parecer, está llevando a cabo por esta zona una batida de jabalí, que es una manera muy suave de decir que están intentando matar a algún que otro espécimen de este conocido mamífero. Al otro lado del teléfono le informan al susodicho que la caza ha resultado infructuosa y que el camino que nosotros llevamos está ya despejado, por lo que no corremos peligro alguno de que nos confundan con ese animal de afilados colmillos.

Así que, sin más dilaciones, tomamos una pista que asciende a la derecha, dirección este, nada más llegar a la primera casa del pueblo. El amable lugareño que nos ha informado acerca de la batida de jabalí decide acompañarnos un trecho del camino porque, según nos comenta, el sendero es bastante difuso y es fácil desorientarse y perderse en el bosque. De hecho, se nos pierden tres niños que se habían adelantado al resto del grupo, aunque finalmente conseguimos encontrarlos tras proferir unos cuantos sonoros gritos que contribuyeron, sin duda alguna, a espantar a los jabalíes y demás fauna que pudiera estar pululando en ese momento por los alrededores.

Reagrupamiento

Una vez atravesado el bosque y recuperados los niños perdidos, llegamos a terreno despejado y continuamos por nuestra derecha hasta alcanzar un collado. Allí, una vez reagrupados, tomamos un camino que gira a la derecha bordeando los Altos Blancos, el cual nos conduce, tras atravesar un sombrío bosque de hayas, a una pista. A la derecha de la misma nos encontramos con una valla y un cartel que prohíbe la entrada sin autorización. Y es que en esta zona se encuentra el pueblo y el valle de Berrozi, lugar elegido por el Gobierno Vasco para la estancia y entrenamiento de la Unidad de Protección e Intervención de la Ertzaintza, conocida precisamente con el nombre de Berrozi Berezi Taldea.

Llegados a este punto, obviamos el cartel de prohibición de la izquierda y nos dirigimos hacia la derecha, por una pista salpicada de altos postes pintados de pintura roja en sus extremos superiores. La pista nos lleva hasta una valla metálica que cruzamos y, al otro lado de la valla, observo un tanto perpleja el mismo cartel que hemos visto unos metros atrás, advirtiéndonos de que se prohíbe la entrada por allí sin la debida autorización. No obstante, nosotros tenemos que decir en nuestra defensa que no entramos por la valla sino que salimos por ella y que el cartel estaba puesto al otro lado y, por lo tanto, no lo vimos hasta que la cruzamos.

Valla

Cartel al otro lado de la valla

 

 

 

 

 

 

 

 

Y, dicho sea esto, continúo con el relato que nos ocupa.

Torre en el Kapildui

Tras cruzar la valla que, al parecer, no se puede cruzar si vienes del otro lado de la misma, la pista describe una amplia curva a la izquierda y nos deposita directamente junto al radar del Kapildui, una enorme torre de 60 metros de altura gestionada por la agencia vasca de meteorología Euskalmet, la cual tiene la facultad –según dicen- de avisar de la llegada de tormentas a nuestro territorio con hasta cuatro horas de antelación. La verdad es que un poco fea sí que es, pero si es capaz de avisarnos con tanta antelación de los peligros meteorológicos que nos acechan a diestro y siniestro, le daremos el visto bueno. Digo yo.

Y detrás de este enorme mamotreto instalado en medio del monte se encuentra el gran vértice geodésico del Kapildui, levantado sobre las piedras de lo que al parecer fue un castillo (el Castillo de Arlucea) y en cuya base la conocida Sociedad Excursionista Manuel Iradier de Gasteiz instaló en junio de 1950 un buzón. Allí nos sacamos unas fotos y después instalamos nuestro campamento en una zona arbolada situada enfrente de la estación meteorológica con la intención de almorzar.

En la cima del Kapildui

Tras haber llenado nuestros hambrientos estómagos y haber jugado un rato en un columpio que los más ocurrentes del grupo han improvisado con la ayuda de una cuerda y un grueso tronco de árbol, decidimos reemprender el regreso a Izartza.

Comiendo

Columpiándonos

Así que tomamos el camino por el que habíamos subido y, al llegar a la curva situada unos metros después del cartel de prohibido el paso, abandonamos la pista y continuamos por nuestra izquierda siguiendo una profusa hilera de hitos que nos conducen a un estrecho sendero de tierra que avanza paralelo a una alambrada, rodeados en todo momento de una tupida vegetación que nos hace imaginar que avanzamos en medio de la inescrutable jungla.

El citado sendero desemboca en la pista que sube de Arlucea. Continuamos por la derecha, ascendiendo en dirección O-SO hasta que la pista desaparece de repente en medio de una explanada herbosa. Y, sin que cunda el pánico ni un solo instante, proseguimos por la derecha, atravesamos una alambrada por un paso habilitado para ello y continuamos caminando por terreno despejado hasta toparnos con el buzón del Butxisolo (1.135 m). Allí hacemos un alto en el camino, nos reagrupamos una vez más y nos sacamos una foto, a pesar de que algún miembro del grupo comenta que le da un poco de vergüenza fotografiarse en un monte que no parece un monte sino una campa sin más.

En el Butxisolo

Reiniciamos a continuación la marcha siguiendo la misma dirección O-SO que llevábamos, atravesamos un enorme bosque de hayas y desembocamos en otra pista, concretamente la pista que sube de Okina. Pero, como no queremos ir a Okina sino a Izartza, cuando ésta se desvía a la izquierda, nosotros seguimos de frente, dirección oeste.

Silo de Okina

La senda por la que caminamos ahora pasa junto a una sima conocida con el nombre de “Silo de Okina”. Se trata de un amplio y oscuro boquete circular de 32 metros de profundidad que, al parecer, es muy conocido en la comarca debido a todas las leyendas que se han tejido en torno a él: personas desaparecidas, tesoros ocultos y una ingente cantidad de anécdotas y curiosidades alimentadas por la siempre activa imaginación humana que contribuyen a rodear de misterio al lugar.

Dejamos atrás la sima y, cuando salimos a terreno más despejado, podemos ver a lo lejos, a nuestra izquierda, el pueblo de Okina, situado a escasos dos kilómetros de Izartza. Perdemos entonces un poco de altura siguiendo la misma dirección que llevábamos, traspasamos de nuevo una alambrada por un paso dispuesto para ello, cruzamos un  patatal (por algo estamos en tierras alavesas) y atravesamos un pequeño y tétrico bosque lleno de esqueletos de ovejas y algún que otro animal antes de llegar a una pista. Continuamos entonces por nuestra derecha, atravesamos el cauce del río Ayuda, casi seco debido a la escasez de lluvia, y allí mismo nos encontramos con nuestros coches.

Bonito y entretenido recorrido circular el de hoy. Aunque no hubiera estado de más haber llevado algo más de agua porque el calor ha apretado bastante y no nos hemos topado con ninguna fuente por el camino. Lo anotaremos para la próxima vez.

PERFIL DE LA MARCHA REALIZADA:

Perfil de la ascensión al Kapildui y Butxisolo

RUTA EN WIKILOC:

 

Los comentarios están cerrados.