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Domingo, 13 de diciembre de 2009

Cruz de Ganalto

Cruz de Ganalto

Hora y lugar de encuentro: A las 9:45 en la gasolinera que está a la altura de Arrigorriaga, situada en la A-8. O a las 10:30 junto a la ermita de Eskolunbe, en Katadiano (Araba).

DATOS DE LA RUTA:

Acceso: Santuario de la Virgen de Eskolunbe (646 m), a un kilómetro de Katadiano (Araba).

Desnivel: 343 m.

Tiempo aproximado: 2 h (1h 10´ de ascensión). Se puede prolongar la excursión continuando hacia el este para subir la doble cima del Olazar (886 m), lo que supondría incrementar en una hora más el camino de ida.

Dificultad: Fácil.

Situado en la vertiente norte de la Sierra de Badaia (Araba), el Ganalto –más conocido como Cruz de Ganalto por el crucero levantado en su cima– no ostenta la medalla de ser la máxima altura de la citada sierra, pero sí puede afirmarse que es uno de los montes más visitados y conocidos de la zona.

El ascenso a esta cima, insertada en el catálogo de montes alaveses de la Federación Vasca, puede llevarse a cabo desde las localidades alavesas de Aperregi, Domaika, Hueto Arriba, Hueto Abajo, Tortura… Pero nosotros afrontaremos la subida desde el Santuario de la Virgen de Eskolunbe, una hermosa ermita del siglo XVI enclavada en un maravilloso entorno.

Descripción del recorrido realizado

Después de coger la salida de Altube, ir dirección Izarra, girar después a la izquierda dirección Zuazo y tomar en la A-3314 el desvío a Katadiano, nos encontramos unos metros después con una desviación a la derecha en la que un cartel en un estado un tanto precario nos indica que por allí se va a Eskolunbe. Hasta aquí sin problemas. Cogemos, por tanto, la pista indicada hasta que nos encontramos poco después con una bifurcación. Y esta vez sin señalizar. ¿Derecha o izquierda? Dudamos unos segundos y cogemos la de la derecha. Y se cumple la ley de Murphy: era la de la izquierda.

Iniciando la marcha

Iniciando la marcha

No pasa nada. Que no cunda el pánico. Dejamos aparcados los coches poco después del cruce porque no lo vemos nada claro. Y en ese preciso momento dos oriundos del lugar aparecen como caídos del cielo con sendas cestas repletas de setas que nos dicen que no, que era la otra pista, pero que Eskolunbe está a escasos quinientos metros de allí. Bueno, pues ni movemos los coches. También nos advierten muy amablemente que va a nevar. Lo cual fue cierto. A pesar de ello, no les atribuimos dotes adivinatorias a estos dos viandantes porque en el momento en que nos lo dijeron ya estaba nevando. Pequeños copos que caían muy suavemente y que desaparecían al instante al tocar el suelo mojado. La primera nevada del invierno.

Así que dejamos allí abandonados a su suerte a nuestros pobres y sufridos coches. Y salimos bien abrigaditos porque el termómetro marca cero grados. Ni frío ni calor –como suele decirse en estos casos–. Retrocedemos hasta llegar a la pista grava de la izquierda, la cual nos lleva directamente al Santuario de la Virgen de Eskolunbe. A esta Virgen se le atribuye algún curioso milagro que no vamos narrar aquí por no extendernos demasiado. El que quiera conocerlo que consulte la bibliografía existente a tal efecto.

Detrás de la ermita y después de atravesar una alambrada por una pequeña puerta de madera de lo más original (el que quiera saber por qué es original la puertecita que vaya a verlo), hay una bifurcación. Esta vez sí cogemos la correcta, es decir, la de la izquierda, porque la de la derecha nos conduciría a un pueblo con un nombre de lo más evocador: Tortura. Y a Tortura no vamos.

Ermita de Eskulunbe

Ermita de Eskolunbe

Continuamos por la pista, que atraviesa un frondoso bosque multicolor, hasta llegar a otro cruce. Seguimos por la pista de la derecha, que acaba desembocando en otra pista que sospechamos que sube de Katadiano. Continuamos entonces por la derecha sin desviarnos hasta llegar a un alto en el que nos encontramos con tres posibles caminos y varios caballos. Cogemos el camino de la izquierda.

Hago aquí un breve inciso para advertir al personal que todos y cada uno de los cruces que nos hemos ido encontrando por el camino estaban sin señalizar. Menos mal que llevábamos el itinerario apuntado en un papel.

Continuamos por la pista y, justo antes de que ésta describa un giro a la derecha, la abandonamos para continuar por un sendero herboso que sigue de frente. En días despejados es evidente que hay que coger ese sendero porque desde la pista se puede divisar ya la cruz en la cumbre del Ganalto. Esto lo pudimos comprobar con nuestros propios ojitos a la vuelta porque a la ida estaba todo cubierto de niebla y no se veía nada de nada. Aún así, el instinto nos decía que tenía que ser por ahí. Y digo el instinto porque en este caso el papelito que llevábamos nos sirvió de poca ayuda.

De repente, comienza de nuevo a nevar. Es que hacía ya tiempo que había parado. Pero ahora cae con más fuerza y hace más frío que antes porque el terreno en el que nos encontramos está desarbolado y bastante expuesto. Así que sopesamos la idea de darnos la vuelta como montañeros prudentes que no somos. No obstante, en ese preciso momento aparece por allí una chica muy amable – el único ser vivo, aparte de los caballos, con el que nos encontramos en todo el trayecto – que camina con paso firme y decidido. Y aprovechamos la coyuntura para preguntarle si por allí vamos bien al Ganalto. Nos dice que sí, que está muy cerca.

Buzón y belén del Ganalto

Buzón y belén del Ganalto

En la cima del Ganalto

En la cima del Ganalto

Y aunque sabemos por propia experiencia que la noción de lo cerca y lo lejos que están las cosas es bastante relativa, subjetiva y cambiante, decidimos darle un voto de confianza a esta simpática montañera. Por lo tanto, decidimos por unanimidad y consenso continuar por la pista y unos diez minutos después ya estamos en la cruz del Ganalto. Y justo en ese momento deja de nevar, se abren claros en el cielo y asoma tímidamente el sol. Así que una de nuestras menditxikis bautiza a esta cima como “cima multiclimática”. Y me dice que lo escriba aquí. Y yo obedezco.

Adosados a la cruz metálica de siete metros de altura por la que –cómo no– alguno acaba trepando, está una réplica de un caserío y un belén, muy apropiado para estas fechas navideñas. Junto a la cruz, un vértice geodésico. Varias estelas están también colocadas en la cumbre, al lado del precipicio que se abre ante nuestros pies. Y a alguien se le ocurre bautizarlas – es que hoy tenemos que bautizarlo todo–como “estelas trampa” porque si te acercas mucho a ellas corres un riesgo bastante evidente de despeñarte.

Santuario de la Virgen del Oro y Atxabal desde Ganalto

Santuario de la Virgen del Oro y Atxabal desde Ganalto

Desde esta cumbre multiclimática salpicada de estelas-trampa divisamos a lo lejos el santuario de la Virgen del Oro. Y uno de los asistentes propone ir allí a comer. En coche, claro. Así que regresamos sobre nuestros pasos, montamos en los coches y nos vamos hasta allí, donde nos espera un cálido rinconcito donde damos buena cuenta de nuestras viandas y una cafetería donde poder tomar algo rico y calentito. Fin del día. Y todos de regreso a casa.

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