Domingo, 3 de octubre de 2010
DATOS DE LA RUTA:
Acceso: Peñas Negras (461 m), en Ortuella (Bizkaia). Para llegar allí hay que dirigirse a La Arboleda y, justo antes de entrar en el pueblo, tomar una desviación a la derecha, ascender pasando junto a las nuevas escuelas y seguir una estrecha carretera asfaltada que conduce directamente al parking del Centro de Interpretación de Peñas Negras, situado a unos tres kilómetros de La Arboleda.
Desnivel positivo: Unos 500 m.
Tiempo aproximado: 2h 45´ (ida y vuelta) (1h 5´ de ascensión al Gasteran, unos 25´del Gasteran al Pico de la Cruz y unos 25´más del Pico de la Cruz al Ganeran, más el tiempo de regreso desde el Ganeran hasta Peñas Negras)
Dificultad: Media.
Los Montes de Triano o Grumeran se encuentran situados en la zona de las Encartaciones, cuna de la zona minera de Bizkaia, en un entorno geográfico rico en yacimientos de mineral de hierro cuya explotación desde principios del siglo XIX constituyó un factor decisivo para el despegue industrial de la zona, al mismo tiempo que originó un terrible impacto medioambiental que se saldó con la destrucción de los ecosistemas existentes y la formación de un paisaje único e irrepetible. Hoy en día los innegables valores paisajísticos, culturales y naturales de esta zona han propiciado que se haya solicitado su declaración como Biotopo Protegido.
El Centro de Interpretación de Peñas Negras, perteneciente al municipio de Ortuella, es un buen punto de partida para conocer los montes de la zona. Desde esta especie de museo al aire libre dedicado a la minería nos acercaremos a algunas de las cimas más conocidas de los Montes de Triano: el Gasteran (801 m), el Pico de la Cruz (803 m) y, por último, el Ganeran(822 m), la principal cumbre de este macizo si exceptuamos el colosal Eretza.
DESCRIPCIÓN DE LA RUTA REALIZADA:
Muy pocos somos los miembros de Menditxiki que madrugamos esta mañana para darnos un paseo por los montes de Triano. Pocos pero valientes, sobre todo teniendo en cuenta que las predicciones meteorológicas anunciaban lluvias a partir del mediodía y estaba declarada una alerta amarilla por rachas de viento en zonas expuestas que podrían superar los 110 km/. No llovió, aunque es cierto que el viento sopló todo lo que quiso y más. Pero llegamos vivos, sanos y contentos, que es lo que importa.
Tras esta breve introducción, diremos que, tras dejar los coches aparcados en una explanada situada enfrente del Centro de Interpretación Ambiental de Peñas Negras (461 m), tomamos la ancha pista de tierra que comienza junto al aparcamiento, a la izquierda de la carretera que sube de La Arboleda y baja hacia Muskiz.
Después de subir un fuerte repecho de escasos metros, giramos a la izquierda y seguimos ascendiendo de forma suave pero prolongada por la pista, siguiendo los postes de madera pintados con una banda bicolor (morada y rosa), hasta que llegamos al collado La Arena. Allí nos encontramos con una bifurcación de caminos, muy bien señalizada con un poste indicador de madera. En él aparece el tiempo que nos resta hasta el Ganeran: 40´, así como la dirección que debemos seguir: la izquierda.
En este punto tomamos, pues, la pista situada más a la izquierda, la cual continúa ascendiendo muy suavemente hasta depositarnos en el collado Aranaga o Mustariaga (754 m), que separa el Ganeran del Gasteran. Allí una pequeña parte del grupo decide tomar la pista de la derecha, que lleva al Ganeran, donde esperarán al resto. Desgraciadamente, no pudieron esperar allí a nadie porque el viento se lo impidió. Cosas que pasan.
Los demás miembros de este reducido grupo tomamos la pista de la izquierda, que asciende entre pinos y cipreses hasta llegar a una zona despejada. Y justo en el momento en que la pista comienza a descender, al lado de un poste de madera pintado de rosa, cogemos un estrecho sendero a la izquierda que nos conduce en escasísimos minutos al buzón con forma de cohete espacial del Gasteran (801 m), desde donde se puede disfrutar de una espectacular vista del Eretza.
Tras pisar la cima del Gasteran, retrocedemos por el mismo sendero hasta enlazar con la pista en la que estaba situado el poste pintado de rosa. Descendemos por ella y llegamos a una campa. Un cartel nos indica que el Pico de la Cruz, ya visible desde allí, se encuentra a 20´. Nos dirigimos hacia él y alcanzamos su base, donde han construido recientemente una torre de tendido eléctrico que afea notablemente el entorno.
Pero a pesar de la torreta, el Pico de la Cruz (803 m), levantado sobre una mole de desnudas piedras calizas y con una cruz metálica coronando su cima, es una bonita cima muy distinta a las cumbres redondeadas de su entorno. Allí nos encontramos con dos buzones: uno del año 60 situado bajo los pies de la cruz y que reproduce el funicular de La Reineta, y otro un poco más alejado de la cruz, colocado allí por el grupo de montaña Iberduero en 1984.
Desde el Pico de la Cruz, excelente atalaya desde la que contemplar Galdames y Sopuerta, bajamos de nuevo al collado Mustariaga y de allí subimos por la senda de la derecha al Ganeran. El viento, que nos ha acompañado casi todo el trayecto y respetado en algunos momentos, se convierte allí en un gigante incontrolable. De hecho, pensábamos descender siguiendo el cordal cimero y pasar por el collado Grumeran antes de llegar de nuevo al collado La Arena y, de allí, a Peñas Negras. Pero los valientes que nos precedieron en esta ventosa ascensión al Ganeran ya habían iniciado por allí el descenso y nos habían advertido previamente vía telefónica que regresáramos por el mismo camino por el que habíamos subido porque esa otra zona era más expuesta y el viento era insufrible.
Así que, muy bien aconsejados por nuestros compañeros, tras pisar la cumbre del Ganeran (822 m), coronada por un vértice geodésico, un buzón del Club Ganerantz, varias placas conmemorativas y un viento de espanto, descendemos de nuevo hasta el collado Mustariaga y regresamos a Peñas Negras siguiendo la pista inicial. Una vez en Peñas Negras, comemos con el resto del grupo y después tomamos en el bar allí situado un café calentito acompañado de una agradable y animada charla que nos hizo sentir que, a pesar del viento y las inclemencias, la excursión había merecido la pena.