Domingo, 16 de enero de 2011
DATOS DE LA RUTA:
Acceso: barrio de Mamariga, en Santurtzi (Bizkaia).
Desnivel positivo: 404 m al Serantes y 280 m más a Punta Lucero.
Tiempo aproximado: 3 h 20 min (1 h de ascensión al Serantes y 1 h 45 min más a Punta Lucero).
Distancia: 10´3 km (incluida la subida a Punta Lucero).
Dificultad: Fácil.
El Serantes (451 m) y su vecino Punta Lucero (307 m) son, pese a sus modestas altitudes, una excelente atalaya desde la que disfrutar de unas vistas inmejorables de la costa cantábrica y de las montañas circundantes. Las construcciones militares que nos encontramos en sus cimas son una buena muestra del interés castrense y estratégico que estos montes tuvieron en el pasado.
Recorrido realizado: Santurtzi – Serantes (451 m) – Zierbena – Punta Lucero (307 m) – Playa de La Arena (Muskiz)
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO:
Iniciamos el recorrido en la plaza Virgen del Mar, situada en el barrio santurtziarra de Mamariga, punto de encuentro de hoy tanto para los que nos hemos desplazado en nuestros vehículos particulares como para los que han optado por acercarse hasta esta conocida villa marinera utilizando medios de transporte públicos. Allí tomamos la calle Mamariga hasta llegar a la altura de la parada de Bizkaibus 4995, momento en el que tomamos una calle peatonal situada a la izquierda que, tras pasar junto a la Kultur etxea, finaliza en una senda herbosa.
La senda nos conduce en pocos metros hasta una pista cementada. Giramos a la izquierda y cogemos poco después el primer desvío a la derecha. A partir de aquí el ascenso al Serantes discurre en su mayor parte por una ancha pista cementada que no ofrece pérdida alguna. Sobre todo en un día como el de hoy, en el que el buen tiempo ha animado a muchísima gente a ascender a esta conocida cumbre de la margen izquierda.
Así que vamos ascendiendo poco a poco y a paso seguro, algunos siguiendo la pista y otros atajando por los numerosos senderos situados a ambos lados del camino que evitan realizar los amplios zigzags que dibuja la pista. Y porque es más divertido, claro. Mientras tanto, vamos disfrutando por el camino de unas inmejorables vistas al superpuerto de Bilbao y a la bahía del Abra. Y es que el Serantes si algo tiene de especial es precisamente el hecho de ser una magnífica atalaya desde la que se domina la desembocadura de la ría. Por este motivo su cumbre y sus laderas están salpicadas de edificaciones de carácter militar, antiguos restos de un pasado que da fe de la importancia histórica que tuvo este lugar como punto de observación privilegiada en la defensa de la entrada de la ría.
El conocido como “Polvorín de El Mazo”, antiguo almacén de municiones y armamentos situado a 245 m de altitud, es el primer resto militar que nos encontramos a nuestro paso. Más arriba, a 324 m sobre el nivel del mar, se levanta el “Fuerte”, nombre con el que se le conoce a un fortín de planta hexagonal que llegó a ocupar una superficie de 6.800 metros cuadrados y que hoy en día se encuentra en estado de ruina. Junto a estos restos castrenses nos encontramos con una fuente y un área recreativa a la que parece ser que acuden los habitantes de Santurtzi los lunes de Pascua a celebrar el día de Cornites, que consiste básicamente en lo que consisten la mayoría de las fiestas, es decir, en comer. Así que ese día los santurtziarras suben en oleadas desde Mamariga o Cabieces para degustar un tradicional manjar compuesto de pan, chorizo y huevo cocido que, sin duda alguna, estará buenísimo… para el que no tenga problemas con el peso corporal, claro.
Desde este punto hasta la cima ya sólo nos queda un pequeño repecho que puede afrontarse de dos maneras distintas: siguiendo la pista o subiendo de frente por una senda herbosa. Esta segunda opción, más inclinada pero también más corta y montañera, es la que elegimos nosotros. Bueno, a decir verdad debe de existir otra tercera opción. De hecho, el santurtziarra del grupo me explicó que él había afrontando el último tramo de la ascensión por no sé qué sitio porque no le entendí muy bien, por lo cual deduzco que esta tercera opción está destinada únicamente a oriundos del lugar. Digo yo.
Y, ya en la cima, nos recibe la construcción militar más antigua de la zona: el “Torreón”, levantado en 1868 para evitar los asedios carlistas y reforzado treinta años después para prevenir, junto con el resto de las construcciones militares ya citadas, un posible ataque norteamericano –eso dicen los expertos en el tema. Ya se sabe: eran los tiempos de la guerra de la independencia de Cuba y a los políticos y estrategas de entonces no se les ocurrió mejor idea que pensar que los norteamericanos no tenían otra ocupación más provechosa que hacer que cruzar el Atlántico, internarse en el Cantábrico y atacar la Península Ibérica y el menguado orgullo nacional desembarcando en la costa vizcaína. No comment. Parece una película de ciencia ficción.
El santurtziarra de Menditxiki me comentó, allí en las alturas, que los habitantes de Santurtzi utilizan los nombres de primer castillo, segundo castillo y tercer castillo para denominar a estas tres construcciones militares (El Mazo, el Fuerte y el Torreón) que nos encontramos cuando visitamos el Serantes. Esto lo pongo aquí por dos motivos: primero, para que se vea que me documento bien; y, en segundo lugar, porque cuando se visita un sitio es conveniente dominar el idiolecto de la zona para poder comunicarse con los nativos. Que no… que es broma.
En la cumbre del Serantes, aparte de los restos del “Torreón”, por donde corretean alegres y despreocupados los niños, nos encontramos con dos fuentes, un vértice geodésico, una mesa de orientación, una antigua torre de vigilancia, dos buzones montañeros y una enorme torre de telecomunicaciones que rompe con todo el encanto de la zona. Y, naturalmente, esas grandiosas vistas de las que es posible disfrutar en días despejados como este.
Tras tomar un ligero tentempié un poco alejados de la cima, hoy plagada de gente, nos disponemos a continuar la marcha de hoy encaminando nuestros pasos hacia el pueblo pesquero de Zierbena. Para ello continuamos por el cordal cimero, dirección noroeste, siguiendo una senda herbosa. Pasamos junto a una cueva (“Cueva del ermitaño” –aparece escrito en un cartel situado a la entrada de la misma–) y una profundísima sima hasta llegar a un sendero que desciende bruscamente dirección Zierbana. Un sendero muy resbaladizo, por cierto. Menos mal que tenemos una valla verde a la izquierda donde agarrarnos y que consigue evitar que más de uno termine con el orgullo por los suelos.
Desembocamos finalmente en El Valle, un barrio de Zierbana, y allí, a los pies de la cantera, el numerosísimo grupo de hoy (alrededor de 50 personas) se divide en dos: algunos bajan a Zierbana, donde, después de comer, toman un autobús hasta la playa de La Arena; otros, para variar, decidimos ascender hasta Punta Lucero.
Para llegar a Punta Lucero desde Zierbana suele tomarse como punto de partida la parada del autobús del barrio de La Cuesta. Pero nosotros no. Nosotros optamos por ascender desde El Valle, el barrio en el que nos encontramos. Para ello subimos ladera arriba por una campa situada enfrente de la cantera, la cual desemboca en una carretera. Después tomamos una senda a la izquierda y nos situamos en una pista cementada que asciende hasta una antena de telecomunicaciones (últimamente estamos visitando todas las antenas de telecomunicaciones instaladas en los montes). Allí la pista hormigonada desaparece para dar paso a una sendero de tierra que va llaneando por la cresta hasta llegar al buzón y el vértice geodésico que corona la cumbre de Punta Lucero.
También esta cima, que domina el Abra, ha tenido una gran importancia estratégica y militar, motivo por el que en su cumbre nos encontramos con restos de trincheras y cañones, además de las ruinas de un acuartelamiento militar que fue utilizado hasta no hace muchos años. Son los vestigios históricos del llamado Cinturón de Hierro de Bilbao, un sistema de fortificación formado por túneles, líneas de trincheras, búnkeres e instalaciones defensivas que se construyeron durante la guerra civil española en los montes que rodean Bilbao para defender la capital vizcaína de los ataques del bando nacional.
Allí comemos, sentados frente al mar y rodeados de soledad y de silencio. Nada que ver con la masificación del Serantes. Esto sí que es paz. Bueno, en aquellos no lejanos tiempos en que por aquí circulaban los soldados y militares y se podía oír el bramido estridente de los cañonazos, seguramente no se respiraba la paz que se respira ahora. Eso es lo que hemos ganado.
Y después de que los niños disfruten recorriendo las galerías que comunican los cañones entre sí, iniciamos el descenso hacia la playa de La Arena siguiendo dirección noroeste.
En escasísima media hora ya estamos en la playa disfrutando de la tarde con el resto de los integrantes de Menditxiki. Después, autobús a Santurtzi y de vuelta a casa. No suelen salir días tan soleados como éste en pleno mes de enero. Ciertamente, no.
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