Domingo, 12 de febrero de 2012
DATOS DE LA RUTA
ACCESO: Km 3 de la carretera GI-3591 que asciende al santuario de Arantzazu, en el barrio de Urteagain, en el parking situado junto al restaurante del mismo nombre.
DESNIVEL: 709 m
DISTANCIA: 8 km ida y vuelta (aprox)
DIFICULTAD: Fácil
La sierra de Aloña es la prolongación de la conocida sierra de Aizkorri hacia el NW. Decir donde acaba Aloña y empieza Aizkorri parece que no está claro. Parece que la separación se ubica entre Arriurdin y Artzanburu, en el collado de Biozkorne, pero alguna otra fuente marca la frontera en el collado de Andreaitz o Igoate, que separa el Andreaitz del Arbelaitz, siendo este el primer pico que supera los 1500 mts.
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO
Tras reunirnos en la gasolinera de Amorebieta y organizar los coches para dejar alguno allí, nos dirigimos al punto de inicio de la ruta. El día se presenta con nubes y claros y con un gélido viento del Nordeste que empezamos a “padecer” nada más salir de nuestros coches. Confiamos en que el viento no arrecie y que el sol se haga un hueco para poder “caldear” un poco este gélido día de febrero.
Una vez que hemos preparado todos nuestro equipo, hoy no son pocas las cosas que necesitamos, y armados con nuestros trineos y palas y bien abrigaditos con toda suerte de prendas de abrigo (gorros, guantes, buffs, chamarras etc), nos ponemos en marcha.
Nuestra ruta comienza en el aparcamiento que está junto al citado restaurante, al otro lado de la carretera. Cogemos un sendero que queda a nuestra derecha SE, desechando la pista cementada que queda de frente. Por fuerte pendiente y prestando mucha atención ya que los regueros de agua están completamente helados, vamos ganando altura con rapidez y pronto comienza a aparecer la nieve que hará nuestra marcha mucho más cómoda y, sobre todo, menos “peligrosa”. Un tímido sol asoma por momentos mientras avanzamos por un bosque mixto de pinos y hayas, para pasar poco tiempo después junto a unas bordas y atravesar un par de vayas, y llegar así a una pista que cogeremos (izquierda) en sentido ascendente.
Llegamos a una explanada junto a un pequeño bosque de hayas donde unos caballos pastan plácidamente, ajenos al frío siberiano que estamos padeciendo. Dejamos la pista y continuamos de frente, SE, por terreno despejado siguiendo la cresta de la sierra en fuerte pendiente. Poco a poco vamos avanzando mientras sufrimos los rigores de esta fría mañana de febrero, sobre todo cuando el viento nos azota con cierta intensidad. La verdad es que el día se está poniendo duro para los más pequeños pero confiamos en que el viento no sea tan fuerte cuando nos encaramemos al cordal de la sierra. Quizás sea pecar de optimismo, pero una vez aquí no nos vamos a amedrentar. Algunos de los más pequeños sufren los rigores de la ola de frío siberiana y tenemos algunas crisis. Los mayores, sin embargo, vamos disfrutando de un increíble paisaje invernal, contemplando las preciosas pirámides nevadas que forman hoy y desde esta perspectiva, el Anboto y el Udalatz, que quedan a nuestra espalda.
No sin esfuerzo, llegamos a la cima del Belauko o Belar (922 m). Los que han llegado primero se protegen del viento detrás de la caseta con antena que hay en esta cima. El paisaje desde aquí es magnífico: a nuestros pies el valle de Oñati; de frente todo el cordal de la sierra de Aloña, que nevado presenta una estampa espectacular; el valle de Araotz, la sierra Zaraia, Anboto y su cresta, Udalatz…
Aunque algunos ya han echado mano de sus ricas viandas, decidimos continuar hasta unas cercanas bordas, bueno más bien “chaletes”, donde pensamos estaremos más resguardados y podremos hacer el hamaiketako con mayor comodidad. Recorremos, ahora por terreno casi llano y rodeados de este magnifico paisaje, la distancia que nos separa de dichas bordas hundiendo nuestras botas en la nieve. El sol asoma por momentos y, como la propia sierra nos protege del viento, la sensación térmica mejora notablemente. Nos paramos en uno de estos refugios, el cual tiene un pequeño porche que nos sirve para dejar los trastos y resguardarnos del viento. Ahora sí hacemos nuestro consabido tentempié, aunque rapidito que las manos se nos congelan, saboreamos algunos de nuestros variados alimentos.
El Gorgomendi, se presenta altivo y desafiante con su preciosa estampa invernal. Evidentemente, nuestro hijos no quieren saber nada de seguir caminando y prefieren jugar con los trineos, pero la mayoría de los adultos no podemos sustraernos a la poderosa atracción que esta cumbre ejerce sobre nosotros, por tanto, decidimos que la mayor parte de los adultos suban lo más rápido posible y dos de los padres se queden con los peques mientras estos disfrutan de la nieve con sus trineos y palas.
Encaminamos, por tanto, nuestros pasos hacia la cima. Protegiéndonos del frío viento que nos azota por momentos, vamos avanzando y ganando altura. De repente vemos en la lejanía una persona que baja de la cumbre, y que parece vestir un abrigo de “domingo” de tonos verdes con sus botones dorados y todo, gorro de lana y pantalones vaqueros, en fin, una indumentaria cuando menos sorprendente un día como hoy. Delante de ella, a unos 20 metros, avanza una chica con indumentaria montañera. Según se van acercando vamos comprobando que sí, que lo que lleva es un abrigo de domingo y, además, calza playeras y no botas. Baja muy despacio por miedo a resbalarse y es evidente que está pasando mucho frío, la verdad es que da bastante lástima. Cuando nos cruzamos con ellas, nos da la impresión de que es extranjera y suponemos que van juntas, lo que no alcanzamos a comprender es cómo la “amiga” lugareña que la acompaña se le ha ocurrido meter a esa pobre chica en semejante berenjenal con el día que hace. En fin, espero sinceramente que llegase pronto al coche y no sufriese demasiado.
Nosotros continuamos con nuestra ascensión que se va haciendo dura por momentos, contemplando al frente la cruz que corona este monte completamente cubierta por la nieve y observando la curiosa forma que la nieve ha esculpido en la valla que está a nuestra izquierda. Por fin hollamos la ansiada cumbre del Gorgomendi o Aloña 1.248 m. Nos hacemos unas fotos, disfrutamos de las hermosas vistas y enfilamos el camino de vuelta aceleradamente. Algunos usamos las palas que hemos llevado a la cumbre, otros bajan patinando y otros caminando tranquilamente. De esta forma llegamos a la borda donde se ha quedado el resto de la “expedición”. Algunos niños ya han comido, otros siguen disfrutando de los trineos, nosotros decidimos comer algo rápidamente e iniciar el regreso cuanto antes, que el tiempo no está para tumbarse al sol.
Tras nuestra apresurada comida recogemos e iniciamos el camino de regreso, un poco desperdigados, siguiendo el mismo itinerario de esta mañana. La temperatura va templando, bueno esto es una manera de hablar, a medida que perdemos altura. Sin ningún contratiempo llegamos a los coches y, tras quitarnos nuestras pesadas botas, nos acercamos a un bar sito junto al aparcamiento para disfrutar de su calor y de unas merecidas bebidas calientes.
En fin, un domingo bien aprovechado a pesar del frío glacial.