DOMINGO, 26 DE FEBRERO DE 2012
DATOS DE LA RUTA:
ACCESO: Legutio (Araba)
DESNIVEL: 321 m
DIFICULTAD: Fácil
El Albertia pertenece, junto con el Isuskiza, el Moroto, el Jarrindo y otros, a la sierra de Arlaban, situada en la localidad de Legutio. La cima del Albertia se encuentra en el interior del hayedo, el cual fue escenario de muchos enfrentamientos durante la guerra civil. Muestra de ello son los restos de trincheras que aún se encuentran cerca de su cima.
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO:
Este domingo 19 de febrero ha amanecido nublado y lluvioso, tal y como anunciaban las previsiones meteorológicas. Sin embargo, una vez más, nos hemos reunido un grupo relativamente numeroso y, otra vez, cargados con el optimismo que nos caracteriza, haremos frente a todas las adversidades que se pongan en nuestro camino.
Al llegar a Legutio, nos dirigimos al club de golf de Larrabea, uno de los puntos de inicio a la ascensión del Jarindo y del Albertia. La verdad es que hoy no disponemos de demasiada información y, por más que miramos cuál puede ser el inicio de la ruta, no lo tenemos nada claro; por tanto, decidimos volver al pueblo e iniciar la ruta desde allí.
Aparcamos los coches en el pueblo y preparamos nuestros “equipos”. Una vez más, son numerosas las cosas que vamos a necesitar (paraguas, chubasqueros, polainas, guantes, gorros…) y de esta forma comenzamos nuestro camino. Atravesamos el pueblo por su calle principal, dirección N, mientras vamos preguntando a los lugareños el camino de ascensión a los montes que hoy nos ocupan. De esta forma, vamos despejando dudas y haciéndonos una idea del camino que debemos tomar. A las afueras del pueblo, en dirección a Aramaio, tomamos una desviación a la derecha que baja hacia unos caseríos y algunas granjas. Seguimos unas marcas rojas y blancas y, cuando termina el asfalto, pasamos una verja, atravesamos una campa donde pastan plácidamente vacas y caballos, cruzamos otra verja y llegamos a una pista, siempre siguiendo las marcas rojas y blancas. Continuamos por la pista a la derecha intentando “adivinar” cuál es el camino para ascender al Albertia. Seguimos las marcas hasta una valla con un paso canadiense que está cerca de unos establos. Allí mismo, junto a la verja, se adivina un sendero a nuestra izquierda que asciende en dirección NNE, claramente hacia donde intuimos que está la cima; por tanto, decidimos aventurarnos por este difuminado sendero.
Llueve intermitentemente pero, afortunadamente, el viento no es intenso y con nuestros paraguas podemos protegernos de la lluvia cómodamente. Ahora vamos remontando la ladera del monte y ganamos altura con rapidez. El sendero, que no es tal, se difumina por momentos, pero la dirección que debemos seguir es evidente. Pronto y en un hermoso bosque de hayas, aparece la nieve que hace que el paisaje tome un aire bucólico. Los más pequeños y algún que otro grandullón se enzarzan en una “encarnizada” batalla de bolas de nieve. Tras esta lucha, continuamos nuestro camino, unas veces con los paraguas desplegados, otras con ellos cerrados en función de los caprichos del dios de la lluvia en esta mañana invernal. Remontamos la pendiente hasta su cordal y allí nos encontramos con un sendero bien marcado con hitos y marcas rojas y blancas. Los seguimos a la derecha (dirección E) confiando en que nos lleve hasta la cumbre. Así es: en pocos minutos alcanzamos la cumbre del Albertia (868 m). En la misma hay un gran vértice geodésico, un monumento de ANV, un buzón y un nacimiento.
Nos hacemos las fotos de rigor, aprovechamos para hacer un pequeño almuerzo, y decidimos, dadas las condiciones climatológicas, regresar al pueblo y dejar la cumbre del Jarindo para mejor ocasión.
De esta forma volvemos sobre nuestros pasos pero, en vez de desandar el camino de ascenso, preferimos seguir el sendero que en los últimos metros nos ha llevado a la cumbre, confiando en que nos lleve directamente al pueblo, como finalmente sucede.
Al llegar al pueblo nos dirigimos al pórtico de la iglesia, que consideramos que será un lugar apropiado para comer. Y así es ya que, además del pórtico propiamente dicho, hay unos bancos que nos permiten comer con mayor comodidad. Una vez más comienza el ritual y de nuestras mochilas comienzan a salir una gran variedad de alimentos, incluidas dos tartas, dulces variados y, por supuesto, vino. Comemos plácidamente sin prisas y después nos dirigimos a un cercano bar a tomar un café aprovechando que hoy hemos comido en el pueblo.
A pesar del frío y, sobre todo, de la lluvia, hemos podido disfrutar de otra jornada montañera y de un agradable paseo invernal.