Archivo de enero de 2010
Domingo, 24 de enero de 2010

Buzón del Atxuri / Larredez
Hora y lugar de encuentro: 9:45 en la gasolinera que está situada a la altura de Arrigorriaga, en la A-68. Y, para los que quieran ir directamente al punto de salida de la ruta, a las 10:45 en Onraita / Erroteta (Araba).
DATOS DE LA RUTA:
Acceso: Onraita / Erroeta (962 m.)
Desnivel: 140 m.
Tiempo aproximado: 1h 45´ (ida y vuelta)
Dificultad: Fácil.
El nombre “Atxuri” –que etimológicamente deriva de “haitz zuri” (roca blanca) y que, por lo tanto, hace referencia a terrenos de roca caliza– es un topónimo bastante habitual en la montaña vasca. No obstante, aquí emplearemos esta denominación para referirnos al monte Atxuri o Larredez, una modesta cumbre de 1.102 metros situada en los Montes de Iturrieta, los cuales lindan al oeste con los Montes de Vitoria y al este con la Sierra de Entzia y Urbasa.
Su ascenso desde Onraita, el pueblo más elevado de la Montaña Alavesa, constituye un tranquilo paseo sin apenas desnivel que nos conduce, a través de verdes lomas y hermosos hayedos, a este discreto monte perteneciente a la Parzonería de Entzia de Arriba. Su cumbre constituye un excelente mirador desde el cual, en días despejados, es posible disfrutar de una amplia panorámica de la inmensa Llanada Alavesa.
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO:
Nuestra intención inicial era ascender desde Onraita a la cumbre caliza del Soil y, desde allí, al Santa Elena. Pero nos confundimos de pueblo y nos equivocamos de monte. Y todos estos errores no se los podemos atribuir a la niebla que durante el día de hoy ha cubierto estos preciosos parajes alaveses, sino a las circunstancias. O al destino. O al fatum –como decían los antiguos romanos–. Vete tú a saber.
El caso es que dejamos aparcados los coches en un pueblo que creíamos que era Onraita. Concretamente, en la calle San Pedro. Y es a este santo al que quizás debamos el honor de haber sido reconducidos por el buen camino a pesar de nuestros despistes iniciales y del peligroso e insistente interés en extraviarnos que parece habernos rondado durante todo el día de hoy.
Una vez calzadas las botas y cargadas las mochilas en la espalda, nos percatamos de que no estamos en Onraita sino en Roitegi. Lugares que tienen en común el ser las dos poblaciones más elevadas de la geografía alavesa. Pero no son lo mismo, claro. Así que después de barajar por escasísimos minutos la posibilidad de montar otra vez en los coches para dirigirnos a Onraita, finalmente decidimos que para unos aguerridos montañeros como nosotros los 2´3 kilómetros que separan estas dos poblaciones alavesas no son nada. Una nimiedad, vamos.
Así que nos dirigimos andando a Onraita, en cuya entrada hay una charca y, a la derecha de la charca, tres pistas: dos con aspas cruzadas y una tercera, la situada más a la derecha, con marcas amarillas y blancas. ¿Y cuál cogemos? Pues la de la derecha, evidentemente. Craso error.

Charca a la entrada de Onraita

Pista que cogemos
Empezamos a caminar por la citada pista, ancha y bien pisada, hasta que nos damos cuenta de que no, de que por ahí no se va al Soil. Así que una de dos: o nos damos la vuelta o cambiamos de planes. Y elegimos la segunda opción por mayoría absoluta (los niños no votan en estos casos). Así que, una vez llegados a un desvío situado a la izquierda de la pista y señalizado con marcas amarillas y blancas en el que un cartel grande de madera nos indica que el Atxuri lo tenemos a 1´8 kilómetros y 45´, decidimos que el Soil y el Santa Elena, que están más a la izquierda, pueden esperarnos tranquilos y sin moverse para otro día.

Cartel indicador
Cogemos, por tanto, el camino de la izquierda, un sendero de tierra y piedrillas que asciende muy suavemente y poco después desaparece misteriosamente en medio de un llano. Parada táctica. El grupo se queda esperando mientras tres personas avanzan a tientas en medio de la niebla buscando las marcas amarillas y blancas ocultas en algún remoto lugar de ese paraje. Y, como el que persevera vence, al final conseguimos encontrar las ansiadas marcas en un haya situada al otro lado de la explanada. Gritos de júbilo por parte del artífice de tal descubrimiento. (Así se debió de sentir Arquímedes cuando gritó “eureka”. Digo yo)
Así que todo el grupo se acerca al haya y cruza un “puente” situado después del haya. Hago aquí un inciso para advertir a los posibles lectores que he puesto estratégicamente unas comillas en la palabra “puente” porque así lo llamaron algunos, pero para mí que ni era puente ni nada porque río yo no vi por ningún lado. Pero lo realmente importante era que tras este “puente-nopuente” se abría un sendero fácil de seguir.

Esperando a los buscadores de marcas

Pasando la alambrada
Continuamos adelante por este sendero, saltamos una alambrada por un paso habilitado para ello y, de nuevo, ni camino ni nada. Otra explanada de hierba en medio de la nada y de la niebla. A pesar de lo cual, firmes y decididos, seguimos ascendiendo de frente. Pero de nuevo pasan varios minutos sin que veamos las marcas. Nueva parada táctica. Otro pequeño grupo de avanzadilla que se ha reducido ya a sólo dos personas rastrea el terreno en busca de marcas. Y mira que es difícil porque la niebla se está espesando cada vez más. Pero encontramos una en el suelo. Otro grito de alegría.

Lo más buscado del día

Buzón del Atxuri

Vértice geodésico del Atxuri
Y seguimos ladera arriba. Pero no vemos más marcas. Nueva parada. Llegados a este punto, la posibilidad de darse la vuelta y regresar de nuevo a Onraita va cobrando una forma cada vez más real hasta que un valiente miembro del grupo que se ha internado de nuevo en la niebla mientras los demás aguardan, grita entusiasmado: “¡¡buzón!!”. Y todos los demás nos sentimos de repente como esos marineros perdidos en medio de la inmensidad del mar que oyen como surgida del cielo una voz que grita: “¡¡Tierra a la vista!!”. Y salimos todos corriendo como posesos hacia la dirección donde venía la voz y allí contemplamos contentos e ilusionados el buzón del Atxuri como si fuera el primer buzón montañero que hubiéramos visto en toda nuestra vida. Y, a la izquierda del buzón, el vértice geodésico, situado al otro lado de una alambrada, pegados a la cual descenderíamos posteriormente hasta enlazar con el camino por el que habíamos subido.

En la cima del Atxuri
Al final, lo conseguimos. Siguiendo el lema –que últimamente se ha vuelto tan popular entre algunos de los miembros de Menditxiki– de la familia de Shackleton, “fortitudine vincimus”. O lo que es lo mismo: vencemos con coraje, esfuerzo y determinación. Naturalmente, no hemos tenido que hacer frente a los más de quinientos días que Shackleton y sus hombres vivieron atrapados en el hielo de Ártico, pero nos hemos sentido también a nuestra manera como pequeños héroes que han cumplido un objetivo –aunque no fuera el inicial– bajo condiciones climatológicas un tanto adversas. Porque encontrar un buzón de un monte al que ninguno de nosotros había subido antes en medio de una espesa capa de niebla también tendrá algún mérito. ¿O no? Pues eso.
Domingo, 17 de enero de 2010

Buzón del Urkiolamendi
Hora y lugar de encuentro: 9:45 en la gasolinera que está situada a la altura de Amorebieta, en la A-8. Y a las 10:15 en Atxarte (Abadiño).
DATOS DE LA RUTA:
Acceso: Ermita del Santo Cristo de Atxarte (270 m), en Abadiño (Bizkaia). Para llegar allí hay que tomar la carretera Durango-Elorrio y, una vez en Abadiño, coger una desviación que indica “Mendiola”. Continuamos por esta carretera sin desviarnos y unos dos kilómetros después de atravesar los últimos caserios de Mendiola llegamos a las canteras de Atxarte, lugar donde se halla ubicada la ermita del Santo Cristo de Atxarte.
Desnivel: 741 m.
Tiempo aproximado: 2h 20´ (1h 15´de ascensión).
Dificultad: Media
La loma herbosa y redondeada del Urkiolagirre o Urkiolamendi, enclavado en pleno Parque Natural de Urkiola, ofrece un llamativo contraste con las peñas calizas de los montes que lo rodean. Su ascensión desde el Santuario de Urkiola es tan sencilla que habitualmente suele ser un complemento para todos aquellos montañeros que se acercan desde el Santuario al mítico Anboto. No obstante, la ruta que proponemos aquí – la más larga de todas – confiere a este modesto monte una singularidad y protagonismo especial. Además, su ascenso desde el desfiladero de Atxarte, una angostura entre el Astxiki (791 m) y el Untzillatx (941 m), permite convertirse en espectador privilegiado de la belleza de todos los montes del macizo del Durangaldea.
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO:
Dejamos aparcados los coches enfrente de las viejas canteras de Atxarte, situadas a los pies del Untzillatx. Y aunque no podemos negar que estas canteras, hoy en día cerradas y abandonadas, afean notablemente la belleza del entorno, tampoco podemos dejar de reconocer que no constituyen óbice alguno para que el caminante se sienta empequeñecido y sobrecogido en medio de este impresionante paraje rodeado de enormes y desafiantes paredes de roca caliza y rodeado de historias y leyendas antiguas que nos hablan de un pasado cargado de magia. Porque este lugar constituye, sin lugar a dudas, una mágica e inigualable puerta de entrada a la indescriptible belleza del Parque Natural de Urkiola.

Cruzando el puente
Comenzamos nuestro recorrido por este precioso rincón de Bizkaia cruzando el pequeño puente situado a final de la carretera por la que hemos venido. A nuestra derecha dejamos la ermita del Santo Cristo de Atxarte, la cual, según cuenta la tradición, fue construida para detener las correrías de las lamiak que habitaban en la cueva Atxarteko koba, que se hallaba situada justo detrás de la ermita y que hoy ha desaparecido a causa de las canteras. La propia ermita es una reconstrucción de la original, que –al parecer– fue hundida por una voladura. Unas pérdidas irreparables.

Caminando por el hayedo
Nada más cruzar el puente que se alza sobre el arroyo de Atxarte vemos a nuestra izquierda los restos de un antiguo molino de agua. Y a la derecha nos encontramos con una desviación que vuelve a cruzar el río por un precioso puentecito de piedra que conduce al antiguo camino que unía Abadiño y Urkiola. Sin embargo, no tomamos esa desviación sino que seguimos de frente por una pista de cemento que asciende hasta llegar a una zona llana en la que hay habilitada una pequeña explanada de cemento donde dejar los coches. Justo allí nace un sendero a mano izquierda, que es precisamente el que cogemos. Escasos metros después, nada más cruzar una alambrada por un paso habilitado para ello, la senda describe una fuerte curva a la derecha y asciende por un bosque de hayas centenarias. A nuestra izquierda podemos contemplar las impresionantes crestas rocosas del Astxiki.

Campas de Artola
Continuamos por la senda sin desviarnos, descartando una bifurcación a la izquierda, marcada con un hito, la cual conduce al collado del Astxiki. Escasos minutos después de la citada desviación alcanzamos las campas de Artola (también conocidas como praderas de Genzelai). Allí una gigantesca torre de alta tensión descansa impasible al lado de unas viejas y preciosas hayas bajo el manto protector de una enorme pared de roca caliza. El pasado y el presente unidos. La mano del hombre y la fuerza de la naturaleza conviviendo en armonía en medio de un idílico paraje de cuento de hadas.

Señales indicadoras
En las campas de Artola nos encontramos con unos carteles de madera que nos indican tres direcciones distintas: el collado de Artola, situado a 20´ , Atxarte, a 30´; y, por último, Asuntze, adonde se llegaría en 45 minutos siguiendo el camino que está situado justo enfrente de nosotros.
Nuestra intención es ir hacia Asuntze, así que continuamos caminando por la ancha pista de tierra por la que el citado cartel nos invita a seguir. Pronto nos daríamos cuenta de que el cartel de madera no marcaba la dirección correcta. De hecho, a la vuelta nos volvimos a detener en el cartel y, mirando con más detenimiento, pudimos ver que algún buen samaritano, que se había percatado antes que nosotros del error, había escrito a bolígrafo sobre el mismo cartel de madera “Asuntze” con una flecha que indicaba la dirección correcta. Porque, llegados a este punto, no hay que seguir recto sino continuar por detrás del hayedo siguiendo una senda de hierba dirección sudeste bajo la falda del Alluitz.

Senda a la izquierda
No obstante, nosotros –que en ese momento no sabíamos nada– seguimos por el camino que indicaba el cartel, una pista de tierra que poco después comienza a descender y acaba uniéndose con una ancha pista de grava que viene de Atxarte. Continuamos por la citada pista, que sigue paralela al arroyo de Mendiola, hasta que ésta describe una fuerte curva de 180 grados justo después de pasar junto a una enorme y majestuosa haya. Allí nos damos cuenta claramente que si continuamos caminando por la pista nos alejaremos de nuestro objetivo, así que la abandonamos cogiendo una estrecha senda a nuestra izquierda que asciende en fuerte repecho por un precioso bosque de hayas.
Tras sortear esta corta pero fuerte pendiente, enlazamos con la senda que viene de las campas de Artola y continuamos por ella hasta llegar al paso de Asuntze (880 m) y a las campas de Pol-Pol, donde se encuentra la famosa fuente ferruginosa.
Decidimos allí hacer un alto en el camino para tomarnos nuestro merecido almuerzo. Después de comer al abrigo de un pequeño refugio, la mitad del grupo más o menos inicia el descenso por el mismo sendero por el que habíamos venido mientras que la otra mitad tomamos la decisión de visitar el cercano Urkiolamendi.

En el Urkiolamendi
Así que ascendemos por su ladera herbosa hasta coronar su cima, presidida por un buzón, un vértice geodésico y una mesa de orientación. Allí tenemos la oportunidad de disfrutar una vez más de las increíbles vistas que desde este discreto monte pueden contemplarse: todo el cresterío Alluitz-Anboto, hoy cubierto de unas finas y entrecortadas capas de niebla que confieren a este abrupto y espléndido paisaje un aspecto realmente impresionante.
Tras las fotos de rigor, descendemos por la misma ladera por la que habíamos subido y nos encaminamos de nuevo hacia Atxarte, adonde llegamos escasos minutos después que el resto del grupo. Una vez más, hemos podido disfrutar de una bonita y agradable jornada montañera a pesar del barro que nos ha acompañado durante casi todo el camino.
Domingo, 10 de enero de 2010
DATOS DE LA RUTA:

Cima nevada del Erlo
Hora y lugar de encuentro: 10:15 en el Albergue Loiola, en Azpeitia (Gipuzkoa).
Acceso: Azpeitia (85 m).
Desnivel: 941 m.
Tiempo aproximado: 3 h 30´ (2 h de ascensión).
Dificultad: Media.
El Erlo es la cumbre más elevada y emblemática del macizo de Izarraitz, que se eleva sobre el valle de Iraurgi, entre las localidades guipuzcoanas de Azpeitia y Azkoitia. El ascenso a este singular monte de roca caliza puede llevarse a cabo desde los pueblos de Azpeitia, Azkoitia y Zestoa, aunque una de las rutas más habituales es la que parte del collado de Zorrozpe, en Madariaga, situado a 615 m. de altitud.
DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO REALIZADO:
Nuestra intención inicial era acceder al Erlo desde el área recreativa de Aitola, situada en collado de Zorrozpe, ya que su privilegiada ubicación (se encuentra enclavado en pleno corazón del macizo de Izarraitz) y su elevada altitud (615 m) permite alcanzar las cumbres más relevantes del macizo sin necesidad de sortear grandes desniveles. Y estas circunstancias hacían mucho más factible la posibilidad de que todos los niños hicieran cima.

Nuestro muñeco de nieve
No obstante, el domingo amaneció con el precioso pueblo de Azpeitia completamente nevado y los niños y algunos adultos querían aprovechar el día jugando con la nieve y tirándose con los trineos, al igual que habían hecho el día anterior. Y esto, unido al hecho de que todos habíamos trasnochado un poco más de la cuenta y no había mucho interés por madrugar, fue la razón por la que al final sólo cuatro adultos nos animamos a subir a la cruz del Erlo. Así que decidimos hacerlo partiendo del mismo albergue de Loiola, donde habíamos estado alojados durante ese fin de semana invernal. Y al final todos disfrutamos, tanto los que nos fuimos al monte como los que optaron por quedarse en el pueblo. Así que todos felices, que es de lo que se trata.
Salimos, por tanto, del albergue de Loiola en una soleada mañana de enero rodeados de la inmensidad blanca de un paisaje completamente nevado. Una vez en la plaza del pueblo, pasamos por detrás del ayuntamiento y, al llegar a la calle Santiago, giramos a la izquierda. Subimos bastantes escaleras, cruzamos dos puertas metálicas y llegamos al caserío Komuntxo. Una vez allí, giramos a la izquierda y seguimos ascendiendo por la carretera hasta llegar al último caserío: el Urreta Txiki. Por el camino entre este primer caserío y el último nos encontramos con una estatua a un montañero y dos carteles situados en dos bifurcaciones distintas. En ambos casos, los carteles indican que el camino que conduce al Erlo es el de la izquierda.
- Saliendo del albergue

Estatua de montañero

Cartel indicador
Al llegar al caserío Urreta Txiki, situado a unos 350 metros de altitud, debemos abandonar la carretera y tomar un camino de hormigón a la derecha, que escasos metros después se transforma en una calzada de piedra. Siguiendo este sendero llegamos tras una prolongada ascensión al collado de Azketa (874 m). Esta senda, que remonta las laderas meridionales del macizo dibujando amplias zetas, no tiene pérdida alguna debido a que hoy han sido muchos los montañeros que se han acercado a estos montes y el sendero, completamente cubierto de nieve, está muy pisado.

En el collado Azketa

Xoxote desde el Erlo
Una vez en el collado, vemos el Xoxote (905 m) a nuestra izquierda, con la enorme estatua de San Ignacio de Loiola erigida cerca de su cumbre, y el Erlo a nuestra derecha. Tendríamos que haber bordeado el Erlo y subirlo por su lado sur, mucho más accesible. Sin embargo, decidimos ascender al monte desde el mismo collado, por su lado este. Fue divertido pero bastante más costoso porque se había acumulado tanta nieve blanda en esta ladera que en algunos tramos nos hundíamos casi hasta la cintura.

En el Erlo
Después de finalizar este ascenso, un poco más lento de lo esperado debido a las condiciones de la nieve, enlazamos con el camino habitual y llegamos a la cruz y al buzón que coronan la cima del Erlo. Preciosas y nevadas vistas desde la cumbre, una inmejorable atalaya desde la que contemplar el cercano Txindoki y la espectacular sierra de Aralar.
Iniciamos el descenso por la ladera sur y giramos un poco hacia el suroeste en dirección al collado Zamaleku (818 m), situado a los pies del Kakuta o Kakueta (922 m), inconfundible gracias a la gran cruz que corona su cima. Allí cogemos una desviación a la derecha, ya que un cartel nos indica que siguiendo en esa dirección llegaremos a Azpeitia en 1h 15´. Poco después tomamos otra desviación a la izquierda, la cual está sin señalizar, e iniciamos el descenso hacia Azpeitia por una pista de cemento cubierta de nieve que después se convierte en una estrecha carretera por la que no vimos bajar ningún coche, a pesar de que en este tramo habían pasado los quitanieves y la carretera estaba completamente despejada.
Después de un largo pero entretenido descenso llegamos contentos y felices al albergue de Loiola, donde el resto de nuestros compañeros nos tienen ya preparada la comida calentita y unos cafés. La verdad es que nos hicieron sentir como reyes con su recibimiento, por lo que no podemos hacer otra cosa más que darles las gracias y sentirnos felices por tenerlos como amigos.